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Dios ha dado en la Escritura amplia demostración de su esencia celestial. Sin embargo, las inteligencias limitadas son inadecuadas para comprender plenamente los planes del Eterno. "¡Cuán inescrutables son sus juicios, e inescrutables sus rutas!". Romanos 11:33. Podemos reconocer un afecto y una benevolencia sin límites unidos a un fuerza eterno. Nuestro Señor eterno nos manifestará cuanto sea bueno que conozcamos; más allá de eso, debemos fiarnos en la Mano poderosa, en el espíritu lleno de afecto.

Dios nunca eliminará toda justificación para la desconfianza. Todos los que pretenden ganchos para sostener sus vacilaciones los hallarán. Y los que se rehúsan a obedecer hasta que se hayan disipado todas las objeciones, nunca avanzarán a la luz. El alma no renovado está en enemistad con el Creador. Pero la confianza es guiada por el Espíritu Santo y crecerá a medida que sea acariciada. Ningún hombre puede avanzar en la confianza sin un empeño constante. Si los hombres se dejan desconfiar, encontrarán que la duda se afianza cada vez más.

Pero los que vacilan y sospechan de la firmeza de su gracia ofenden a Cristo. Son árboles infructuosos que apartan la claridad de otras almas, haciéndolas marchitar bajo la oscuridad helada. La labor de la vida de estas personas se evidenciará como un relato incesante contra ellas.

Sólo hay una manera que deben buscar aquellos que quieren verdaderamente deshacerse de las incertidumbres. En lugar de interrogar lo que no captan, que presten a la claridad que ya resplandece sobre ellos, y alcanzarán mayor luz.

El enemigo puede presentar una imitación tan parecida a la autenticidad que desvíe a los que están propensos a ser confundidos, que desean evitar el sacrificio que demanda la realidad. Pero le es incapaz retener bajo su control a un individuo que verdaderamente anhele, cueste lo que cueste, conocer la verdad. El Mesías es la realidad, la "Luz que brilla a todo individuo que viene al mundo". "Si alguno quiere hacer su deseo, entenderá de la enseñanza". Juan 1:9; 7:17.

El Creador autoriza que su gente sea sometido a la tentación de intensidad de la adversidad, no porque se goce en su sufrimiento, sino porque esto es fundamental para su victoria final. No podría, en consonancia con Su propia esplendor, protegerlos de la adversidad, porque el propósito de la tentación es capacitarlos para superar todas las seducciones del pecado. Ni los seres humanos malvados ni los entidades oscuras pueden alejar la protección