El malestar entre los seres celestiales 26731
Dejando su lugar en la corte de el Altísimo, el portador de luz partió a sembrar el malestar entre los ángeles. Con misterioso misterio, escondiendo su auténtico intención bajo una fachada de reverencia a Dios, se afanó por sembrar descontento con respecto a las reglas que regían a los espíritus santos, dando a entender que establecían restricciones excesivas. Puesto que sus esencias eran perfectas, declaró en que los ángeles debían obedecer los dictados de su propia voluntad. Dios había sido desleal con él al otorgar el honor máximo a el Hijo de Dios. Sostuvo que no deseaba exaltarse a sí mismo, sino que procuraba asegurar la independencia de todos los habitantes del cielo, para que pudieran alcanzar una existencia elevada.
El Señor toleró mucho tiempo a Lucifer. No fue degradado de su exaltada rango ni siquiera cuando empezó a presentar falsas acusaciones ante los ángeles. Una y otra vez se le ofreció el indulto a cambio de arrepentimiento y sumisión. Se hicieron tales acciones como sólo el compasión infinito podría crear para convencerlo de su equivocación. El desacuerdo nunca se había manifestado en el reino celestial. El propio ángel rebelde no comprendió al principio la auténtica naturaleza de sus pensamientos. Cuando se evidenció que su descontento carecía de motivo, Lucifer se persuadió de que las reivindicaciones divinas eran justas y de que debía reconocerlas ante todo el universo celestial. Si lo hubiera hecho, se habría preservado a sí mismo y a muchos compañeros. Si hubiera estado decidido a volver a Dios, conforme de aceptar el cargo que se le había designado, habría sido restablecido en su posición. Pero el orgullo le evitó rendir cuentas. Sostuvo que no tenía necesidad de retractación, y se involucró plenamente en la gran controversia contra su Hacedor.
Todos los poderes de su mente genial estaban ahora orientados al mentira, para asegurarse la solidaridad de los seres celestiales. Lucifer representó que había sido condenado parcialmente y que su autonomía estaba limitada. De la manipulación de las palabras de Jesús pasó a la falsedad directa, acusando al Hijo de Dios de un intención de rebajarlo ante los habitantes del cielo.
A todos los que no pudo subvertir a su causa los culpó de despreocupación hacia los objetivos de los habitantes del cielo. Utilizó a la manipulación del Dios. Su plan era confundir a los ángeles con propuestas sutiles sobre los objetivos de el Creador. Complicaba en el misterio todo lo que era simple, y mediante una alteración astuta ponía en duda las declaraciones más evidentes de Dios. Su alta posición daba mayor fuerza a sus afirmaciones. Muchos fueron persuadidos a alistarse a él en la rebelión.